2 oct 2010

29-S




Cartel pegado en la puerta de una universidad en Euskadi


Se ha dicho de todo sobre la huelga, y yo, por un problema básicamente de agotamiento, llego tarde, y además, desinformada (por dos problemas: sobredosis de implicación, en la huelga en concreto, y una importante despolitización, anterior y en general). Pero me da igual; este es mi espacio, cabréense cuanto quieran.

Partamos de que el 28-S yo me pasé como mínimo dos horas desvariando absolutamente sobre la situación política y socioeconómica. Esto es un desastre, sí, pero no tengo ni la menor idea de cómo hacer que vaya a mejor. No se me ocurren más que tonterías, las suelto, probablemente hago enfadar a gente. Tengo un cierto convencimiento de que incluso precaria y cabreada no va a haber forma de sentirme implicada en toda esta historia, porque los convocantes me dan asco, directamente. Porque la oposición me da miedo. Porque la situación me indigna, sí, pero la retórica, en general, más.

Hablemos de retórica, un poco. Una compañera de clase y yo nos planteamos seriamente regalar una auditoría de comunicación a CC.OO. Por favor, señores, siéntense y miren sus pancartas, sus pegatinas. Explíquenmelas. ¿Qué narices es eso de "Yo voy"? No puedo decir nada que mi compañera no haya dicho mejor. En huelga se está. La huelga se hace. O no se hace, de hecho: trabajar en día de huelga es un derecho, y si nos olvidamos de eso, convertimos el derecho a huelga en cualquier otra cosa. Y yo quiero que sea un derecho. Quiero reivindicar mi derecho a huelga.

Hasta aquí, por qué siempre he estado en contra de los piquetes, aunque sean informativos. Que piense que informar y manipular y por tanto coaccionar son procesos bastante inseparables también ayudan.

A partir de aquí, por qué he terminado sumándome a los piquetes.

Porque, en esta ocasión, no hemos tenido derecho a huelga. Una de las muestras palpables de hasta qué punto es un desastre la economía de este país y las medidas que se toman para arreglarlo es el reportaje por entregas de El País sobre los (Pre)Parados.

Y señores, perdónenme, pero los (Pre)Parados no tenemos derecho a huelga. (Curiosamente, encuentras en los piquetes a la misma gente que en la cola para solicitar becas predoctorales). Porque estamos en el paro. Porque somos becarios. Porque tenemos un contrato por obra y servicio con el que nos amenazan. Porque después de haber trabajado gratis o casi gratis, cuando por fin vamos a tener un contrato de verdad, nos dicen que ya está listo pero que se firma el jueves (sutil y elegante amenaza). Porque estamos en el extranjero para poder ganarnos la vida como no nos dejan en nuestro país. Porque cobramos en negro, porque llevamos currando cinco años y no tenemos cotizados ni seis meses.

No computamos. Conocimiento situado: mi padre trabaja en Alemania. Mi madre es ama de casa. Yo estoy desempleada. Y mi hermana es estudiante. A mis ex-compañeros de trabajo les da miedo hacer huelga. Conozco gente en todas las situaciones anteriormente detalladas. Pero que sean cercanas no las convierte en irreales, de momento, que yo sepa.

Y a partir de aquí es cuando empiezan a tocarme los ovarios los bailes de cifras. Que a la (minúscula) cifra de personas que van a secundar la huelga le puedes sumar los 4 millones (mínimo) que no computamos.

[Añadamos a esto que si los autobuses no consiguieron cumplir los servicios mínimos, el metro iba vacío, y había menos tráfico, digan lo que digan sus estadísticas, la gente no se teletransportó al trabajo. Digo yo]

Pero es facilísimo tirar de cifras, claro que sí. Nos agarramos como locos al descenso de consumo energético porque es un dato fiable, y lo comparamos con la anterior huelga general. Que, les recuerdo, señores analistas, fue un 30-J, fecha en la que se usa aire acondicionado, y por tanto, el descenso es necesariamente mayor. Pues muy bien. Dato fiable, donde los haya.

Baile de cifras sobre los manifestantes. Como siempre. Y nosotros, los que sí estamos en la calle, aunque no salgamos en los números, nos peleamos entre nosotros porque somos tremendamente gilipollas. Y poco prácticos. Y seguimos empecinados en repetir hasta la saciedad la escena del tiroteo de Tierra y libertad. O de La vida de Brian, si nos ponemos.



Pero el caso, insisto de nuevo en la retórica, es que no están ayudando. "Así, no", dicen. Maravilloso. Así, no. De otra manera, pues igual. No sé, poquito a poco. Un día las pensiones. Otro los despidos. Otro las ETTs. Pero todo a la vez, no, hombre; que se nos cabrean las bases, tenemos que convocar una huelga general, y todos queremos llevarnos bien. Imagínate que el PP se nos sube a la chepa, aprovechando. Como no nos gusta el PP, tú haz lo que te salga de los huevos, hombre, pero sin que se note. De eso se trata.

Yo, honestamente, no quiero que el gobierno rectifique. Lo cual está bien, porque no piensan hacerlo.

Yo quiero que el gobierno deje de bajarse un 15% los salarios y asuma que mientras no aprendan a hacer su trabajo, deberían tener un contrato formativo, como los demás, con sus 400€ de paga y su convenio con centro de estudios. Hasta que aprendan, digo yo. Hasta que sepan leer datos y sacar conclusiones. Hasta que dejen de ser títeres y titiriteros.

Zapatero sale, con su estupendo "talante" por bandera, diciendo que él ha ido a trabajar "para garantizar el derecho a la huelga y el derecho al trabajo". Me parece estupendo, señor, eso es exactamente lo que le estamos pidiendo. Que garantice nuestro derecho a trabajar. No el 29-S, no. Que yo, honestamente, celebro todo cuanto se ha hecho para garantizar que todo el que quiera pueda ir a trabajar pero se encuentre su curro cerrado (que el trabajador no pueda enfrentarse a represalias). Porque no queremos que trabaje quien quiera.

Queremos trabajar todos.

Así que, señor presidente, usted decide. O la Renta Básica Universal, o se pone en serio, y rapidito, a garantizar el derecho a trabajar que tenemos TODOS, todos los días.

Porque ya está bien.

31 may 2010

Profecías semi-cumplidas

El último ejercicio previsto para la asignatura es el comentario del documental que podéis ver arriba. Se trata de "La estrategia de Simbad", segundo capítulo de la serie "Voces contra la globalización, emitido por RTVE entre 2006 y 2007.

En primer lugar, me gustaría recoger la idea que ya han planteado dos de mis compañeros en sus blogs (Siempre con Swing y La Barbería): este documental, al que se le puede alabar una visión de contexto que ayuda a la comprensión de los problemas que tratan (en lugar de esa narrativa fragmentada tan en boga en nuestras televisiones y que estamos analizando en otra asignatura), es un producto que finalmente sólo llega a personas que ya están concienciadas con el problema de la globalización tal y como está planteada. Me gusta, en concreto, la metáfora que utiliza BlackTaylor sobre los feligreses, que creo que lo dice todo sobre los públicos predispuestos.

Dado que ya hemos comentado tanto aquí como el resto de los blogs de clase el tema de la educomunicación y la eficacia potencial de estos productos audiovisuales, me gustaría hacer mi reflexión en otra línea, más centrada en el propio vídeo y en la problemática que trata.

Me resulta fundamental el planteamiento inicial del documental, que considera las migraciones como una necesidad del nuevo orden global, que requiere "entender cómo piensa el otro para sobrevivir" (aunque resulta curioso que se plantee cuando precisamente el discurso del migrante es el único que en lugar de subtitularse se dobla, separándolo de todos los analistas del Primer Mundo). Hace unos días me llamaba la atención en el metro un anuncio dirigido a la comunidad ecuatoriana, que les recordaba que su Constitución recoge el derecho a migrar bajo el eslogan "Todos somos migrantes". Y, como recoge Fatema Mernissi, ese todos incluye a los privilegiados (que nos lo digan a los que andamos buscando directores de tesis).

Se habla a lo largo de todo el documental de cómo sería posible unir a las fuerzas trabajadoras globales, más allá de las diferencias que puedan sentirse entre un trabajador del primer mundo y sus homólogos en Asia o África. Me resulta curioso que no seamos conscientes de que si bien las estrategias son diferentes, el orden a que se nos somete es similar. Ya en clase vimos un documental sobre las maquilas donde se hablaba de jornadas laborales de doce horas. No pretendo equiparar doce horas de trabajo en una fábrica textil con doce horas de trabajo en una oficina con aire acondicionado sentado frente a un ordenador, pero creo que hay que hacer una reflexión sobre las similitudes.

Si en La Maquila: Beneficio o perjucio se buscaba luchar contra el desconocimiento de sus derechos que tenía la fuerza trabajadora, ¿qué se está haciendo en nuestras empresas "responsables" actuales? Profesionales altamente cualificados trabajan gratis o a un precio muy inferior al salario mínimo, enlazando contratos de prácticas uno tras otro porque ya no se ofertan puestos decentes, sino que se coloca a los "becarios" en el organigrama como un recurso productivo eficaz y barato. Las horas extras no se cobran prácticamente en ningún sitio. La trampa discursiva: la llamada "dirección por objetivos" y la retórica de la "conciliación", esas políticas por las que uno no tiene horarios y puede entrar a la hora que considere oportuna y tomarse la mañana libre para llevar al médico a sus hijos, porque se le va a medir por su producción, y esta puede esperar a que llegue a casa y "teletrabaje" después de cenar, las horas que hagan falta, incluso sábados y domingos.

Y nos sentimos privilegiados por ese orden laboral en el que nos creemos tener libertades. Como se dice en el documental, hoy día ser un trabajador explotado es prácticamente un lujo. Toda esa fuerza productiva de "jóvenes aunque sobradamente preparados" son conscientes de sus derechos laborales, pero ya no creen en ellos; mucho menos, en defenderlos. Como dije en otro post en relación a los periodistas, la pregunta es dónde se puede trabajar en otras condiciones. Como expone Ramonet, las empresas no necesitan deslocalizarse si encuentran trabajadores a coste "chino". Y gracias al enorme poder que han ejercido multinacionales en todos los países, cerrando sus fábricas sin la menor duda ética, en nombre de la racionalidad mercantil, sabemos que el precio de la resistencia es seguir sumando a ese más del 20% de parados que tenemos en este país.

Lo impresionante del documental es su capacidad predictiva. Tres años después, se cumplen a rajatabla las advertencias de Fernández Durán: se ha devaluado la fuerza de trabajo, y se está recortando el Estado del Bienestar. Como indica Sartori, Europa puede comprar productos baratos gracias a la producción de China, pero el consumo no puede aumentar, porque en Europa lo que quedan son parados. El enorme endeudamiento de la fuerza de consumo norteamericana se considera el detonante de esta crisis económica de la que no está muy claro que nadie sepa cómo salir.

Sin embargo, percibo en el documental un subtexto que no acaba de convencerme. Es probable que obedezca a mi reciente paranoia tras la campaña de Estosololoarreglamosentretodos, pero me parece que se está intentando crear una conciencia de responsabilidad en una ciudadanía que no ni de lejos es la mayor responsable de lo que está ocurriendo. Carlos Taibo y Domingo Jiménez apelan a los intereses egoístas, como si simplemente fuéramos incapaces de entender el concepto de justicia global. Jaume Botey dice directamente que "mientras nosotros queramos productos baratos, habrá niños esclavos". Me parece simplista y condescendiente creer que los consumidores no saben que existen fábricas donde se trabaja en condiciones de semiesclavitud (volviendo al principio, partimos de que el público de este documental está sensibilizado). Para mí, la pregunta no es si queremos pagar productos más caros, es si podemos hacerlo con un subsidio de desempleo del que la hipoteca se lleva más de la mitad; dónde podemos consultar una lista pública de empresas que generan sus productos y servicios desde el respeto por los derechos humanos y laborales y al medioambiente; dónde están las instituciones y por qué no están prohibiendo las deslocalizaciones u obligando al "etiquetaje biográfico" de los productos (como sugiere Beck), para que se pueda comprar de una forma responsable.

Y, puestos a preguntarnos, me pregunto dónde están esos conflictos sociales que Fernández Durán anunciaba en su por lo demás cumplida profecía, y por qué no dejan de "hibernar", como bien dice George, los partidos que deberían estar mirando por los trabajadores. No sé cuánto más debemos esperar que pase para empezar a exigir que las cosas cambien.

17 may 2010

Algunos apuntes sobre el periodismo actual

Últimamente parecería que criticar el periodismo se ha vuelto un hobby. Ya tuvimos algunas enardecidas intervenciones en la asignatura para la que se hace este blog, a principio de curso. Unos meses después, un compañero del máster mandaba un enlace a Periodismo Humano diciendo que no sabía "si el periodismo puede ser humano, pero al menos las noticias que ofrece esta gente son distintas". Un comentario que he visto hacer en casi todos los enlaces a noticias de dicho portal de mis contactos en Facebook.
Mi problema con el periodismo, lo reconozco, es absolutamente personal e intransferible y viene de mi adolescencia, cuando una serie de diarios sevillanos (o en su edición Sevilla) cubrieron un suceso acaecido en mi entorno cercano con un sensacionalismo bochornoso, que hirió realmente a personas que me importaban. De hecho, es probable que en aquella época yo misma quisiera ser periodista, pero aquel hito me marcó de tal forma que desde entonces me siento incluso un poco agredida cuando me llaman periodista (cuando es la única carrera de las tres de Ciencias de la Información por la que no pasé; claro, que es complicado explicarlo cuando las otras dos son tan nuevas que un gran porcentaje de la población no las considera carreras universitarias).
Hace un mes, me enviaban esta "noticia" (no estoy muy puesta en el género, pero sospecho que no es una noticia), resumen de un capítulo de un reciente libro de Pascual Serrano sobre el debate actual en torno al periodismo. El caso es que el panorama que se dibuja en el texto es en parte esperanzador... Pero hay que creérselo. Finaliza diciendo que "No se trata de militancia, sino de de decencia. La decencia es lo que diferencia al biólogo que trabaja para una gran empresa de transgénicos o para una organización ecologista, al abogado que defiende los intereses de una multinacional o los de los trabajadores que exigen un sueldo justo, al militar que dispara contra el pueblo refugiándose en órdenes de superiores o al que combate al lado de la gente. Ninguno de ellos puede ser neutral, ni imparcial, ni objetivo."
Mi pregunta es dónde se puede trabajar hoy día para hacer esa diferencia de ejercicio profesional. Porque mi problema, claro está, no es con los periodistas. Ni siquiera con aquellos que hace diez años metieron las narices donde nadie les llamó para dibujar a alguien de forma que se transformase en un personaje adecuado a su narrativa dramática cuando simplemente era una persona con un problema. Esos periodistas no tuvieron tiempo de hacer otra cosa. Ni les hubieran aceptado una cobertura de un suceso que se saliera del género suceso: drama, morbo, ejemplificación de la desviación social, etc.
Mi problema es, pues, el de todos: ¿existe alguna empresa mediática donde se pueda trabajar de forma "decente"?

La pasada semana, Guillermo Ortiz publicaba este artículo sobre Arcadi Espada y el caso Factual. Seguramente desde el desconocimiento del problema personal de Guillermo Ortiz con Factual (al final, todo parece convertirse en problemas personales) el post destile una belicosidad innecesaria, pero, por favor, quédense con las conclusiones. Un proyecto de periodismo diferente, que se anunciaba pomposamente como "El periodismo no se vende. Se compra", convertido en una especie de microestafa a todos aquellos suscriptores que confiaron en que una independencia del anunciante significaba algo, a todos aquellos colaboradores que quisieron ejercer un "periodismo decente", distinto.



Le deseo toda la suerte del mundo a Periodismo Humano y a iniciativas similares, claro que sí. Pero en el fondo, lo mínimo que puedo recordarles es que Soitu cerró. Quizá deberíamos ser un público un poco más agradecido, y mimar un poco a esos medios donde los periodistas pueden trabajar y a pesar de eso, dormir por las noches.

29 abr 2010

Objeción de conciencia

A principios del cuatrimestre, tratamos en la asignatura para la que se está haciendo este blog el tema de la cláusula de conciencia en el ejercicio profesional del periodismo. En aquel momento, algunos compañeros alegamos que si bien era una posibilidad reconocida y codificada legalmente en la Ley Orgánica 2/1997, de 19 de junio, reguladora de la cláusula de conciencia de los profesionales de la información, en la práctica había que considerar hasta qué punto era posible acogerse a ella en la práctica, especialmente en un momento de crisis del periodismo, en el que no sobran los puestos de trabajo que se adecúan a la conciencia del profesional del sector.

En este momento, yo no tengo ninguna Ley Orgánica que me respalde, pero me voy a permitir el lujo de no escribir el post en que se me ha pedido que comente los blogs de mis compañeros (y que quien quiera consultar directamente, puede hacerlo a través de la barra derecha, en el blogroll "Compañeros de viaje"). Porque personalmente, lo considero un problema de conciencia en primer lugar: no siento que tenga ninguna autoridad, ni moral, ni académica, ni de ningún otro tipo, para comentar el trabajo de mis iguales. Desde un punto de vista pedagógico puedo entenderlo como una herramienta de involucrar al estudiante en el proceso de aprendizaje, pero, en tal caso, creo que lo adecuado sería hacerlo dentro del aula, en un espacio destinado al aprendizaje, y en la intimidad.

Un blog no es un espacio académico, decía una compañera hace unos días, porque no facilita la inclusión de citas bibliográficas. Estoy de acuerdo con ella, pero creo que no lo es por varios motivos más. Encuentro que uno de ellos es el de que es un espacio público, en el que nos exhibimos. Ello implica someternos a la posibilidad de ser juzgados, de acuerdo. Pero yo no quiero hacer uso de ese derecho con respecto al trabajo de mis iguales.

Un blog sí es una herramienta dialógica potentísima. Reconozco ese valor y he hecho uso de él, comentando en la mayoría de los espacios de mis compañeros las ideas que me han resultado más interesantes. Me gustaría que, si se quiere tener mi visión de su trabajo, se recurra al espacio de comentarios, que siempre será simbólicamente menos violento que una entrada específicamente evaluativa u opinativa.

No se trata sólo de formas. Por supuesto que podría hacer una entrada hagiográfica sobre mis compañeros, y no me costaría lo más mínimo, puesto que tengo la suerte de estar en un grupo que no sólo es variopinto sino increíblemente interesante. Por supuesto que, considerando que es un escrito público, sería cuidadosa con las formas y no tendría por qué faltar a nadie al respeto. Pero la conciencia moral es la conciencia moral (de esto saben mis compañeros más que yo), y no se trata de las circunstancias, sino del hecho en sí.

Dado que la ética blogger está todavía en proceso de construcción, procuremos hacerla nuestra. Y tal y como yo lo veo, nunca es tarde para recuperar a Kant.

24 abr 2010

El vídeo como herramienta educativa

Ayer, en la sesión del Seminario de Teorías y Métodos de las Ciencias Sociales que organizan unos compañeros del máster (y por el que deberíais pasar si aún no lo habéis hecho), la sesión se centró en el análisis de realidades sociales a través del cine de resistencia.

De entre muchas otras ideas interesantes que surgieron, me gustaría rescatar la de que el vídeo está infravalorado: como fuente documental, por no saber hasta qué punto está plasmando la realidad o sólo interpretándola; y como recurso educativo, por considerarse poco académico.

Obviamente, esta posición se defiende desde la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Los que hemos estudiado en una Facultad de Comunicación (o Ciencias de la Información o como quieran llamarla; los taxistas lo resumen en "Periodismo") estamos perfectamente acostumbrados a las clases multimedia, y de hecho la pasada semana tomábamos café frente al edificio nuevo y veíamos en simultáneo las proyecciones en tres aulas distintas. Pero sí creo que el vídeo se está infrautilizando.

Como decíamos ayer, es un recurso perfectamente legítimo dentro de la educación secundaria, por su potencial ilustrativo y porque al fin y al cabo no es fácil captar la atención de la generación multipantalla. Gonzalo Abril nos mostró en clase la diferencia entre los libros de texto de hace unas décadas y los actuales y creo que resulta bastante obvio, simplemente viendo una página de uno y de otro, que el modelo de transmisión de información está cambiando. Sin embargo, más allá de lanzar un debate o de tematizar una sesión, poco se hace con este tipo de materiales.

En mi opinión, hay un problema fundamental a la hora de utilizar el vídeo "científicamente", y es la falta de soporte teórico que conlleva el hecho de que sea un soporte nuevo. Como resaltaba un compañero durante el debate de ayer, las ciencias sociales tienen perfectamente asumida su relación con la literatura, que es igualmente una interpretación de los hechos creada interesadamente por un autor, pero no con el cine. Probablemente porque la teoría literaria tiene varios siglos de ventaja sobre la teoría cinematográfica.

Mi experiencia, al menos, es que a muchos docentes les cuesta contextualizar las piezas audiovisuales. No se transmite la misma sensación de relevancia cuando se indica al alumnado que lea un texto que cuando se proyecta un vídeo. ¿Por qué este vídeo es importante? ¿En qué tengo que fijarme? Tampoco parece que haya una cultura de la recepción formada como para que se pueda confiar en que, igual que se extraen conceptos y citas de los textos, se pueda seleccionar la información más relevante, especialmente en un soporte mucho más complicado de manipular que un texto, que se subraya y permite anotaciones en los márgenes. Creo que en ocasiones damos por sentado que la costumbre de consumir cine o televisión es sinónimo de saber ver cine o televisión; que conocer los hits de YouTube nos aporta una educación audiovisual, cuando es obvio que no la tenemos. La escucha activa existe, claro que sí, y por supuesto que las audiencias son capaces de reconstruir el mosaico tras la fragmentación de las informaciones audiovisuales, pero podemos, y debemos, ir un poco más allá.

Considerando la cantidad de producción audiovisual que se está haciendo, como aspirantes a científicos sociales, deberíamos cuidar un poquito esa faceta de análisis, procurar ver más allá de los saltos de eje o los fallos de raccord, tomar una distancia crítica y considerar que, igual que aplicamos los conceptos de la teoría literaria a la sociología o al análisis de la imagen fija, deberíamos considerar la aplicación de la semiótica a este tipo de piezas (por ejemplo, el modelo semiótico-enunciacional de Manetti: ¿qué autor y qué receptor están implícitos en los textos audiovisuales hegemónicos?), para no perdernos una de las manifestaciones culturales que se están dando de forma masiva en nuestras sociedades.

Si ni siquiera nosotros hacemos ese esfuerzo de considerar los productos mediáticos como manifestación cultural, de contextualizarlos, de entenderlos en su dimensión más amplia; si aquellos docentes que ya trabajan con medios en las aulas no empiezan por tratarlos como algo más que un elemento de la iconosfera, entonces aspirar a que la educomunicación forme parte del sistema educativo de forma reglada me parece querer empeza la casa por el tejado...

9 abr 2010

Por qué no vamos a arreglar esto entre todos

Ha sido un tema candente durante unas semanas. Luego, como tantas otras cosas, el bucle de la instantaneidad vacía la ha fagocitado. Me refiero a la polémica campaña de "estosololoarreglamosentretodos"(.org).

El pasado jueves veíamos en clase que lo que necesitamos es aprender a conocer los contextos que hacen posible una determinada enunciación, más que analizar los enunciados en sí, si no queremos dedicarnos a hacer análisis de estereotipos. Me ha parecido una frase bastante reveladora (es lo que tiene ser nuevo en esto. Uno va todo el día con la cara de iluminado por lo que ha oído o leído. Espero que el pensamiento crítico venga a redimirme algún día, porque no puedo seguir enamorándome de teóricos y profesores nuevos cada tres días). ¿De qué contexto hablamos?

En años recientes, representantes de todo el espectro político hablaban al unísono, con añoranza y deseo, de una "recuperación dirigida por los consumidores". (...) La esperanza de que (...) las cosas se reanimen se basa en que los consumidores vuelvan a cumplir con su deber: que otra vez quieran comprar, comprar mucho y comprar más. Se piensa que el "crecimiento económico", la medida moderna de que las cosas están en orden y siguen su curso, el mayor índice de que una sociedad funciona como es debido, depende, en una sociedad de consumidores, no tanto de la "fuerza productiva del país" (una fuerza de trabajo saludable y abundante, con cofres repletos y emprendimientos audaces por parte de los poseedores y administradores del capital) como del fervor y el vigor de sus consimidores. El papel -en otros tiempos a cargo del trabajo- de vincular las motivaciones individuales, la integración social y la reproducción de todo el sistema productvo corresponde en la actualidad a la iniciativa del consumidor.
Z. Bauman (2003; ed. orig. en inglés de 1998), Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Barcelona, Gedisa, p. 48


Lo que me preocupa de esta campaña no es tanto el mensaje en sí o de quién venga dirigido (parto de la base de que los publicistas-publicitarios-comoquieraquenosllamenahora y los publirrelacionistas-relacionespúblicas-otrotantodelomismo hacen su trabajo, que lo hacen extremadamente bien, y que su trabajo obedece a los intereses de su jefe; lo que no tiene sentido es esperar que venga la publicidad a salvarnos del mercado). Lo que me preocupa, fundamentalmente, es su capacidad de atracción. Cuando mis amigos en Facebook, a algunos de los cuales considero ejemplos de pensamiento crítico, empezaron a hacerse fans de la campaña, fue cuando me eché a temblar. Empecé a preguntar por qué, y la respuesta vino a ser algo así como que "por fin alguien nos recuerda que se puede ser optimista con la que está cayendo".

El optimismo es una cosa peligrosísima, porque es muy difícil manifestarse en contra de él. Nos piden que seamos optimistas y felices, y a ver desde qué postura dices que no.

Pero yo no quiero ser una optimista y feliz consumidora. Lo siento, pero no. Y no me considero ni mucho menos marxista revolucionaria. Creo que el capitalismo hasta ahora ha dado muestras suficientes de flexibilidad como para creer que es un modelo modificable para que vuelva a ser sostenible. No hablo desde una perspectiva antisistema. Hablo desde la indignación total y absoluta sobre los excesos a los que hemos dejado que llegue el sistema.

Me niego a considerar "buenas noticias", como hacían al principio en la web (apartado renombrado con el menos polémico "Actualidad"), que las hipotecas vuelvan a concederse. El problema no es que haya menos hipotecas, el problema son las condiciones de las hipotecas, el sistema de la vivienda en general, la hiperinflación que ha sufrido un bien de carácter básico que, además, se legisló como derecho (art. 47 de la Constitución).

Y como eso, tantas otras cosas. El viernes, una compañera se sorprendía por la nueva oleada de pegatinas de "No vas a tener casa en tu puta vida". Decía que no entendía que pudiera resurgir el problema de la vivienda cuando ahora mismo ni siquiera tenemos trabajo (también recogido como derecho, en el art. 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos). Efectivamente: no tenemos trabajo, no tenemos vivienda, y con el subsidio de desempleo pagamos alquileres a un nivel vergonzoso, con lo que llegamos a fin de mes a trancas y barrancas. En estas condiciones, ¿quiénes se creen que son para señalarme con el dedo y culparme?

El mensaje "Esto sólo lo arreglamos entre todos" tiene una lectura inmediata y obvia de culpabilización. Si esto no se arregla, es porque no estamos haciendo el esfuerzo que deberíamos. Y esto no es de ahora. Lo que vemos en el texto de Bauman es que es una constante de las últimas décadas. Ya no existen responsables. Ahora se lleva la responsabilidad individual y la responsabilidad social corporativa (que también es otro cantar. Estoy trabajando en ello junto a un compañero y espero poder ir avanzando sobre este tema). La responsabilidad del gobierno frente a los ciudadanos ha desaparecido. La responsabilidad corporativa sigue siendo un tema fundamentalmente de marketing, y no de ética de los negocios: o si no, que expliquen cómo es posible que los bancos que nos metieron en esto no hagan ningún tipo de revisión de conciencia y encima haya que ir a rescatarlos con dinero público para que no se produzca el crack del 29 (versión 2.0).

Lo que tenemos que plantearnos, para empezar, es si queremos que esto se arregle, o que cambie. Ya hemos visto lo que pasa cuando damos hipotecas a mansalva. ¿En serio podemos considerar una buena noticia que el mismo sistema, en las mismas condiciones, reanude su marcha? ¿No sería mucho mejor noticia que se realizase un pacto social sobre condiciones de acceso a la vivienda antes de que empecemos todos a comprarlas en pleno fervor entusiasta?

Si quieren que "esto" (que tal y como yo lo entiendo, es el subsistema económico en el que nos movemos) se arregle, quizá deberían pedírselo a los que salen ganando con ello. No a los parados, no a los que no tienen casa, no a los becarios, no a los que ya no son becarios pero siguen en situación de precariedad. Porque esos también forman parte de ese "todos", y estoy bastante segura de que no tienen ni un solo motivo racional para que esto siga adelante.

Enlaces relacionados:
www.estosololoarreglamosentretodos.org
www.estosololoarreglamossinellos.org
Páginas de Facebook contra la campaña:
Esto deberían arreglarlo los que lo jodieron
Estosololoarreglamossinellos.org

4 abr 2010

Generación Ni-Ni

"El placer de la televisión o de una residencia secundaria es vivido como una libertad "verdadera"; nadie lo vive como una alienación. Solamente el intelectual puede afirmarlo desde el fondo de su idealismo moralizador, pero esto, como máximo, lo designa a él como moralista alienado."
J. Baudrillard, La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras.

Hace tiempo que me fascina el concepto de reality show que tiene laSexta. En primer lugar, tuvimos El aprendiz, que se definía como la entrevista de trabajo más dura del mundo. Un concepto nuevo de reality, sin duda, dado que por una vez, el premio no consiste en dinero. Consiste en un puesto de trabajo. Ya me parece representativo que se considere que merece la pena renunciar a la privacidad y a la propia imagen, y encerrarse durante tres meses, para conseguir un empleo (por más sueldo de seis cifras que lo acompañe, y por más que sea junto a alguien a quien admiro tanto como a Luis Bassat).

Ahora nos traen Generación Ni-Ni, que es un reality sin premio, o algo muy similar. El premio, parece, es conseguir una actitud medianamente acorde con la que la sociedad espera, algo así como un centro de internamiento para menores pero versión alto standing. Con sus muebles de diseño, y su atención psicológica 24 horas. Un lujo.

La definición que la cadena hace del programa es la siguiente:

Aquella frase manida que se utilizaba para ligar de “¿estudias o trabajas?”, ha caído en desuso para muchos de los jóvenes de las sociedades industrializadas, porque muchos de ellos “ni” estudian, “ni” trabajan; es más, no tienen ninguna intención de hacerlo, por lo menos de momento; son lo que los sociólogos ya están empezando a denominar, “La Generación ni- ni".

¿Y cómo son estos individuos? Pues eso, más “individuo” que nunca, más “ente individualizado”, inmerso en su propio mundo, en su propia circunstancia, la que él mismo se fabrica. Es por ello que, muchos de ellos, al no haber aprehendido algunos conceptos y valores dentro de su propio núcleo familiar, y tampoco dentro de un sistema educativo que ya han abandonado y que no encuentra forma de resolver situaciones que escapan de sus competencias, quizás necesitan salir durante un tiempo de él.

Por ello las propuesta del programa “Generación ni-ni” es que pasen alrededor de dos meses en una casa especialmente diseñada para un grupo de estos jóvenes (en torno a ocho), viviendo un proceso de acompañamiento y monitorización terapéutica con un equipo de educadores en la que valores, principios básicos, herramientas y habilidades sociales, puedan arraigar en ellos y descubrir posibilidades de establecer proyectos que les ilusionen y les motiven en su vida futura. Todo ello desde la máxima sencillez, sin más pretensión que la de trabajar con ellos y dedicarles el tiempo necesario para que otras familias puedan aprender dinámicas y mecánicas educativas y de interrelación con sus propios hijos que, seguramente compartan, en alguna medida, rasgos y situaciones que van a verse en el desarrollo de las emisiones del espacio.

El programa se presenta así como el relevo del sistema educativo y de la socialización en familia, nada menos. Pongamos que les aceptamos la argumentación. En caso de que sea un paliativo para un problema endémico del sistema, ¿por qué se hace desde una cadena privada en lugar de desde una cadena pública (tanto este programa como Supernanny, que se emitía en Cuatro)?

En cualquier caso, y para la tranquilidad de la televisión pública, tampoco da la sensación de que esté funcionando espectacularmente bien. El planteamiento es disciplinario (no paran de hablar de poner normas, de exigir respeto), pero en la práctica, los psicólogos se ven desbordados por las circunstancias en todos los programas. Un amigo y yo teníamos la costumbre de comentarlo en los descansos, y la pregunta más repetida era: "¿Qué más necesitan para echarles?". La preponderancia del diálogo como forma de solventar los problemas en el discurso educativo actual, la falta de vigencia de la disciplina, no ayuda a resolver los conflictos que se dan en la casa todos los días. Porque aunque se nos olvide, a veces, aunque parezca que no se debe decir, es necesario recordar que para que exista diálogo debe haber voluntad de dialogar por las dos partes; lo cual implica una cierta formación previa (al menos, en capacidad dialógica) de la que estos chicos parecen carecer por completo.

Mientras los psicólogos pasean su condescencia y su superioridad moral por la casa y ante las cámaras, la realidad se enfrenta a ellos y, casi siempre, gana. Los chicos siguen hablando como lo hacían cuando entraron, con la misma cantidad de insultos y salidas de tono. Siguen disfrutando de sus quince minutos de fama haciendo gestos absurdos a las cámaras como provocación, y por más que les sugieren a los padres que "no caigan ante sus provocaciones", ellos son los primeros que se encuentran con dificultades para tener sus reuniones semanales y que estas sean mínimamente prácticas.

Parten del supuesto del buen salvaje. Todos los chicos son buenos, simplemente están perdidos. No tienen referentes. Sus padres no saben qué hacer. Y resulta que es un planteamiento que no está funcionando. Han encerrado a un grupo de personas muy problemáticas, con personalidades violentas, con trastornos de cleptomanía y adicción, a las que no aportan una terapia suplementaria (al menos no la vemos), y que esperan que por arte de magia, en dos meses progresen.

Y luego están los objetivos que se han marcado. Gente que ni estudia ni trabaja, dice. Lamentablemente parecen olvidarse del estado del mercado laboral en estos momentos. De acuerdo en que son personas que por decisión propia no lo hacen ("ni estudian, ni trabajan, ni tienen intención de hacerlo"), pero, ¿qué es lo que pretenden ofrecerles? ¿Qué clase de expectativas quieren que desarrollen? De momento, les mandan a trabajar a una pocería y a una granja de avestruces. A saber en qué condiciones, claro (¿quién paga sus sueldos? ¿La empresa, o el programa? ¿Están dados de alta en la Seguridad Social? ¿Y laSexta, qué tipo de contratos hace, qué porcentaje de becarios tiene en plantilla?).

Finalmente, el formato no ayuda. O es un programa educativo, o es un reality. El problema que implica combinar ambas cosas es que al final, su sistema de "acompañamiento y monitorización terapéutica" se basa, en muchos casos, en la provocación. Que los chicos son homófobos: pues les traemos a una transexual a que les corte el pelo. Que les vamos a dar unas clases particulares: pues contratamos a una profesora físicamente espectacular, para luego darles una reprimenda cuando hablen de su físico. Los propios psicólogos son una provocación. Lamento ser tan políticamente incorrecta, pero que no encuentren otro equipo que una sexóloga atractiva y un psicólogo negro parece intencionado. Aunque no emitan los comentarios relativos a él (de frases sobre ella pudimos cansarnos en los primeros programas), es obvio que las hay. No son precisamente un grupo poco prejuicioso. También resulta sorprendente que se emitan los comentarios machistas y no los racistas. ¿El género está de moda? ¿Es más adecuado reconocer que existe machismo en todos los niveles de la sociedad? ¿Creemos realmente que el racismo o la xenofobia son problemas superados?

El tema educativo vende menos. En la portada de la web del programa, a día de hoy, nos llaman a participar sobre un tema tan "educativo" como "¿Hay lío o no hay lío?", justo después de que cambien el programa de los lunes en prime-time a las doce de la noche del viernes. Una hora estupenda para que todos los chicos que ni estudian, ni trabajan, que no paran de salir y gastarse el dinero que sus padres les dan o que les quitan en drogas recreativas puedan aprender a cambiar su conducta, claro que sí.

Y es que al final, la televisión es televisión, por mejores intenciones que tengamos.

[Nota: esto no es más que una reflexión asistemática sobre un programa que, de hecho, ya no sigo. Afortunadamente, un grupo de compañeros van a trabajarlo bastante mejor de lo que yo puedo hacer en un ratito, y tengo ganas de leer sus conclusiones...]

30 mar 2010

Super Size Me

Super Size Me es un documental de 2004, firmado por Morgan Spurlock. Su objetivo es poner de manifiesto el problema de salud pública existente en EE.UU. a raíz del aumento de la obesidad, analizando sus causas e identificando a los responsables.



Como podéis ver en el tráiler, la manera en que pretende conseguir esto es demostrando el daño que puede llegar a causar una dieta basada en la comida rápida, pasando treinta días haciendo tres comidas diarias en McDonald's.

El propio documentalista es consciente de que se trata de un experimento "llevado al extremo", y así lo pone de manifiesto al final del metraje. No obstante, su experimento es ilustrativo de las consecuencias de la mala alimentación, como muestra la imagen inferior (extraída del documental): sólo en 30 días, consigue duplicar sus riesgos de fallos o enfermedades cardiovasculares, su hígado queda tremendamente dañado, y comienza a sentir síntomas de adicción a su nueva dieta.


Podríamos relacionar este hilo central con un modelo conductista de información (siguiendo la clasificación propuesta por Paulo Freire). De hecho, nos ofrecen imágenes detalladas de situaciones como el vómito del documentalista tras su primer menú tamaño gigante, la operación de bypass gástrico para reducir el estómago de un obeso que casi pierde la vista por su diabetes (ambientada musicalmente con una pieza de ballet, nada menos), y las pruebas médicas por las que pasa, incluido un examen rectal, imágenes a mi entender bastante innecesarias a nivel informativo. Hacia el final de la cinta, cuando los médicos indican que está corriendo riesgos muy serios y le recomiendan abandonar la dieta, la siguiente imagen que se nos muestra es la de Spurlok, con aspecto abatido, devorando el enésimo menú de McDonald's, recubriéndose del halo del mártir que se juega su vida por la causa pseudocientífica a a que sirve su proyecto (y que podemos entender como un: "tú no tienes que hacerte esto a ti mismo, ya lo hago yo por ti").

Además, se enuncian varias hipótesis conductistas sobre el consumo de comida rápida. Entre otras, consideran que la responsabilidad de McDonald's es mayor que la de otros establecimientos por la relación que tiene con los niños: al ofrecerles zonas de juego, regalarles juguetes y organizar fiestas de cumpleaños, sostienen que acaban por crear una asociación mental con momentos felices de la infancia que se mantiene de forma inconsciente durante la edad adulta. Spurlok responde a esto que cuando tenga hijos les dará un puñetazo cada vez que pasen frente a un McDonald's para que no caigan en esta dinámica, lo cual implica una visión de los consumidores centrada en el estímulo-respuesta.
Pero esta estrategia se combina con otras. El documental incluye escenas de animación que son más próximas al modelo bancario de información, en el que se elige qué información es relevante para los espectadores. Por ejemplo, en un determinado momento se habla de que "McDonald's habla de sus consumidores habituales como heavy-users", haciendo un juego de palabras con la obesidad presupuesta de dichos consumidores; se obvia el hecho de que heavy-users es un término habitual en marketing, no sólo en McDonald's, en una deformación intencionada de la información. Estas piezas animadas son aparentemente ingenuas y presentan una situación desde un punto de vista maniqueo: en otra de ellas, los directivos de las empresas alimentarias aparecen como personajes obesos, que ríen a carcajadas mientras sacan fajos de billetes de sus bolsillos, en una comparación trivial con los funcionarios del gobierno responsables de las campañas informativas sobre nutrición, que aparecen como personajes ridículos, tristes, con enormes gafas y postura encogida.

Por otra parte, el mensaje final, y el más insistente, el único que apela directamente al espectador, es un mensaje que insta a informarse y tomar decisiones responsables. Se analizan los hábitos adquiridos en las escuelas, se recuerda la importancia de la Educación Física, se ofrece información sobre las calorías y los tipos de grasa, a través de un sistema de expertos encarnado en los médicos que asisten al documentalista: un médico de cabecera, una endocrina, un cardiólogo, una nutricionista y un fisiólogo y entrenador personal; así como fuentes de autoridad a nivel público y privado: Secretarios de Sanidad y profesionales relacionados con el tema: abogados involucrados en los juicios contra las cadenas de comida rápida, la novia de Spurlok (chef vegana), etc. El último mensaje del documental se dirige directamente a la audiencia, indicando que ese modo de vida es su responsabilidad y pidiéndoles que se planteen quién quieren que caiga primero: ellos mismos, o los gigantes de la industria alimentaria.

Y sin embargo, tampoco es muy evidente qué pretende conseguir el director. Pide a McDonald's que elimine el tamaño gigante (Super Size), cosa que se consiguió seis semanas después del estreno; pero no hace ninguna petición al sistema educativo o a los proveedores de comida en las instituciones escolares, a las que también ha señalado como culpables. Finalmente, estamos en el mismo punto que en origen: la responsabilidad se ha privatizado, y el documental no deja de limitarse a ridiculizar a personas que llevan una dieta poco saludable (en las entrevistas callejeras que realiza en las puertas de los establecimientos) y de aportar información nutricional que cada uno debe elegir cómo utiliza. En todo caso, se puede indicar que Spurlok pretende instituirse en un modelo de conducta (también anima a sus espectadores a dejar de fumar, siguiendo su propio ejemplo, al principio del vídeo), pero en última instancia, es el individuo quien elige si quiere seguirlo o no. Y tras haber analizado un contexto del que se llega a decir textualmente que "viviendo en este entorno, es casi seguro que enfermemos", sorprende que no se moleste en hacer una petición un poco más seria, no sólo a sus audiencias sino a los que ha identificado como responsables del problema (y que lo han reconocido, como en el caso del representante de GMA, la asociación de la industria alimentaria estadounidense). Lo máximo a lo que podemos aspirar, parece ser, es a contentarnos con el despido de dicho portavoz, que obviamente no es sino un signo de la nula disponibilidad de la industria a cambiar de actitud, y, de nuevo, la personalización de la culpa de un sistema complejo con problemas endémicos en una cabeza de turco.

24 mar 2010

Qué hace una chica como yo en un sitio como este

Hay una frase buenísima que no sé de quién saqué, pero que dice "Afírmalo con vehemencia, y abandónalo con ligereza". Me temo que eso ha regido mi vida demasiado los últimos años.

Empecé Comunicación Audiovisual. Primero en Sevilla, y luego en la Complutense. Tuve la ingenua idea de que estábamos alejados del mundo real y de que lo realmente importante era salir a ganarse el pan. Y salí a ganármelo con el sudor de mi frente.

Encontré un trabajo incompatible con mi horario de prácticas, así que pasé a la formación a distancia. Concretamente, en la UNED, primero de Sociología.

Al año siguiente, el sudor de mi frente se producía en un departamento de marketing, y la UOC permitía estudiar Publicidad y RRPP a distancia, así que me saqué allí el segundo ciclo.

Seis años, tres carreras y cuatro universidades después, era Licenciada en Publicidad y RRPP y no me gustaba lo que parecía que iba a ser mi vida.

Así que el trabajo se quedó atrás, y volví a la Universidad. A estudiar un Máster en Análisis Sociocultural de la Comunicación y el Conocimiento. Y me reencontré con mi segunda vocación, la docencia universitaria. Mientras la primera pasaba de periodista a abogada, de abogada a publicista, de publicista a guionista, de guionista a directora de actores, de directora de actores a marketiniana de pro, de marketiniana de pro a bibliotecaria... La docencia seguía firme e invisible en su segundo puesto.

Yo admiro la perseverancia, así que he decidido hacerle un poco de caso.

Me apasiona lo que estamos estudiando y quería compartirlo. Como primer paso.

Así que a ver si ahora que no queda otra, voy y lo hago (esta entrada se publicó originariamente en otro sitio, hace meses, y nunca más se supo. Lo de la perseverancia era una manera de hablar).

Voilà!